Para ser una obra primeriza el francés Thibaut Emin se ha cortado poco: empieza como una loca comedia romántica, luego sitúa la acción en pleno confinamiento pandémico, algo de reciente e infausta actualidad, y finaliza con una vistosa exhibición de efectos que convierten en escurridiza materia orgánica a personas, objetos y edificios. Ésta última parte ocupa el tercio final de la película con un deslumbrante despliegue visual y mucha creatividad. Y es que toda la película se embarca en el absurdo, sea para hacer reír o para sacudir al prójimo dejándolo perplejo, hasta llevarla a una conclusión de obvia lectura y de la que no vamos a desvelar nada. El tercio central es el único problemilla, estirado como un chicle de los que pierden el sabor y solo queda goma insulsa que mascar, aunque, afortunadamente, el salto de la última parte hace olvidar rápidamente la molicie anterior. Llamativo producto el que nos trae el Sr. Emin, habrá que seguirle la pista en el futuro.
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