Del otro lado de los Pirineos llega un psychothriller seguidor fiel de la ortodoxia del género: dos policías brillantes cada uno con un pasado traumático, niños desaparecidos y crímenes sangrientos e inexplicables. A todos, más o menos cinéfilos, nos suenan las premisas, por lo tanto, sorpresas pocas, salvo al desvelar al asesino o asesinos al final. Producción de lujo y técnicamente irreprochable, los franceses son tan competentes en ese aspecto como cualquiera, y actores de alto standing galo como Virginie Ledoyen y Sandrine Bonnaire a la cabeza, condiciones idóneas para presentar en sociedad un producto que funcione en taquilla y, por supuesto, en las plataformas.
Este género no suele ser de acción vertiginosa, aunque siempre hay excepciones, y tampoco lo es la cinta de la que hablamos; secuencias lentas y mucha reflexión policial es primordial para dar el tono adecuado, y eso es lo que asimismo no ofrece la cinta francesa, al igual que tensión creciente hasta el estallido definitivo. Quién decida verla ya puede saber que la película no rompe con la tradición y, además, pasará un buen rato compartiendo cacería.
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