En mil novecientos noventa y cinco nació en Dinamarca un movimiento fílmico llamado Dogma que establecía una serie de reglas para rodar películas, y que arrancó de manera exitosa con este drama familiar. Realmente la autenticidad que querían promover con esta iniciativa se nota en este largometraje donde la naturalidad de las actuaciones y las localizaciones son palpables, dando la impresión de estar presenciando un documental rodado cámara en mano, eso sí, en ocasiones se roza la sobreactuación y algunas situaciones resultan poco creíbles. Aún así, este realismo enfatiza el impactante epicentro del terremoto que tambalea una familia desquiciada, logrando tener al espectador ojiplático casi todo el rato para bien, en ocasiones puntuales para mal, pero en todo momento dejando un mal cuerpo del que cuesta desprenderse.
Mi puntuación: 6/10
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