En primer lugar tenemos el hilo que vemos a simple vista, que sirve para vestir a una alta sociedad en la que nos adentramos a través de la mirada y la aguja de un inconmensurable Daniel Day-Lewis. Pero lo que de verdad importa en esta película es el hilo fantasma que no vemos, que ata en corto las vidas de sus personajes y que teje un juego psicológico en el que el espectador es partícipe hasta el último segundo mientras analiza los complejos cerebros y comportamientos del trío protagonista. Este es el nuevo reto que nos plantea el director Paul Thomas Anderson, que sin caer en la pedantería de sus dos anteriores trabajos Puro vicio y The Master, nos absorbe de nuevo en una obra más enmarañada que estas dos, pero también mucho más entendible y disfrutable.
Mi puntuación: 7/10
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