Una
obra maestra cuando la ves por primera vez con diez años, una magnífica cinta
de ciencia ficción si la disfrutas con amigos siendo adolescente y una gran película
cuando la rememoras ya de adulto, no solamente por la dureza visual y la
evidente acción, si no por la crítica social y la ironía de la que hace gala,
sello característico del director holandés Paul Verhoeven y que por desgracia
todavía es aplicable a la sociedad actual. Surgida de la vorágine creativa de
los años ochenta, en esa época sólo era necesario coger unos actores motivados,
una buena idea y ganas de hacer un trabajo decente con algo que decir.
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