Es un acierto que esta película funcione de manera independiente, y Carlos Santos cree su propio Areta, que brilla por sí mismo. Un Madrid en blanco y negro, nocturno, muy fotogénico, es el telón de fondo de una obra de corte clásico, con un estupendo guion y unos personajes complejos y bien dibujados, que fluye de una manera precisa y elegante, sin atropellos, y esa magia tan especial que hace que las escenas se llenen de contenido aunque aparentemente no pase nada. Es cine negro, con lluvia, cigarrillos, y melancolía, pero las claras referencias a clásicos del género están bien engarzadas en la trama, sin caer en clichés. Una de las mejores cintas de Garci, que nunca ha estado en mejor forma.
Puntuación @cineEnCines: 8/10
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