La vida de un vendedor de seguros se complica cuando se cruza con la de unos adolescentes que quieren disfrutar de una noche loca. La película tiene una buena factura técnica, y el director consigue crear y mantener la tensión y el interés, si bien a veces hay unos giros en el guion que cuesta creer, y los personajes de las chicas no terminan de cuajar. Sin embargo, la relación entre Julián Villagrán y Marian Álvarez funciona y el primero hace un excelente trabajo, pasando de ser un hombre rutinario agobiado por el trabajo y las demandas familiares a la de una persona que lucha por su supervivencia de forma feroz, consiguiendo que nuestra simpatía esté de su lado a pesar de los pesares.
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