Ben
Affleck ha alcanzado la madurez, no como actor, sino como director,
brindándonos un thriller político basado en una hecho real que ha sido rodado
de un modo clásico, sin alardes y dejando el protagonismo a lo que realmente
importa, la trama y sus personajes. La tensión y la sensación de estar al
límite no decaen en ningún momento aunque en su parte final recurren a ciertas casualidades
que le quitan una pizca de realismo, lo que no evita que estemos ante una de
las mejores películas del dos mil doce.
Mi
puntuación: 7/10